miércoles, 29 de enero de 2014

El VIH Sida en las cárceles




El SIDA en las cárceles


En los servicios penitenciarios de todo el mundo es crítica la incidencia y la diseminación del SIDA. Muchos internos han sido diagnosticados como que padecen la enfermedad y muchos de ellos son portadores del virus VIH.

El Servicio Penitenciario de la provincia de Buenos Aires cuenta con una población que supera los 10.000 internos y la movilidad propia anual entre ingresos y egresos conlleva a prestar una asistencia médica aproximadamente a 16.000 internos anuales.

Las cárceles se encuentran superpobladas y todas estas personas se encuentran alojadas en establecimientos viejos y las condiciones higiénicas y sanitarias deficientes, con alta incidencia para la infección tuberculosa, enfermedades de transmisión sexual, drogadicción y SIDA.

La población carcelaria es considerada de algo riesgo, por la droga dependencia por inyectables, tatuajes, cortes múltiples con elementos compartidos y con un alto grado de contaminación. En este ámbito el SIDA es uno de los flagelos más importantes.

Una de las más antiguas enfermedades y actualmente en continuo avance es la "tuberculosis" que, hermanada con el SIDA, son los puntos que deben analizar las autoridades sanitarias no sólo con el fin de tratarla, sino para mejorar la actual situación sanitaria de este tipo de población que no escapa a la problemática de la sociedad en general. 

La alta tasa de drogadictos intravenosos entre los reclusos que murieron de SIDA, y el tiempo relativamente corto que permanecieron en prisión antes de desarrollar la enfermedad, obliga a pensar que fueron infectados antes de su detención.

Los internos seropositivos difunden el virus del SIDA del mismo modo que siempre: a través de secreciones seminales y/o vaginales de acuerdo al sexo y a través de la sangre. El sexo entre los internos es una realidad de la vida en prisión, y es del tipo consentido como un favor sexual negociado por protección a la violación o por otros beneficios. 

La mayoría de los internos seropositivos han contraído el virus a través del uso de drogas intravenosas antes de su ingreso a prisión y es muy posible que los abusadores de las mismas continúen intercambiando agujas como lo hacían cuando eran libres.

En las cárceles de muchos países hay cifras importantes de reclusos con antecedentes de comportamientos de alto riesgo como, por ejemplo, el consumo de drogas por vía intravenosa y la prostitución. Además, se produce, por la falta de relaciones heterosexuales una conducta homosexual circunstancial.

La Organización Mundial de la Salud recomienda a las autoridades penitenciarias informar a todos los internos del riesgo de infección por VIH a través de talleres. Muchas de estas personas no tienen la posibilidad de recibir este tipo de información en el seno de la comunidad.

Resulta compleja una investigación sobre la incidencia del SIDA que incluya no sólo la enfermedad del SIDA en internos sintomáticos, sino también seropositividad para VIH entre los prisioneros. Esto se debe a que él testeo de anticuerpos masivos para obtener información sobre la prevalencia de la infección por VIH en prisión, solamente se justificaría si fuera anónimo y voluntario, debido al peligro de que los seropositivos puedan ser discriminados, segregados o violentados por el personal o los otros internos. Además, el costo que resulta de suministrar los test de ELISA y WESTERN BLOT a una gran población de internos, el hecho de que sólo entre el 20% y el 50% de los seropositivos desarrollen SIDA o el complejo relacionado, y el que no exista tratamiento efectivo para un seropositivo testeado hace prácticamente prohibitivos los screenings masivos.

En un estudio realizado sobre 40 enfermos que desarrollaron el SIDA, internados en la Sala de Infectología del HOGAM Unidad 22 (Olmos), en el período 2/1/1996 al 4/7/1996, se pudo observar que la edad promedio en la cual desarrollaron la enfermedad SIDA fue de 28 años, un 62% tiene antecedes de drogadicción endovenosa y una 40% terminó en óbito.

El SIDA no es un problema de los internos alojados en áreas penitenciarias, como tampoco lo es en forma exclusiva de las autoridades sino que muy por el contrario, dadas sus características, constituye un problema que incumbe a toda la comunidad de nuestro país y representa, incluso un mal de jerarquía mundial. Ver esta cuestión de este modo, implica reconocer la necesidad de un plan de acción que excede lo sectorial y lo institucional para lo que deben asignarse los recursos necesarios.

En una nota publicada en diario Clarín el día 24 de Marzo de 2000, se plantea que en el último año la cifra de presos con SIDA creció un 50%. Este dato pertenece a las prisiones federales. Esto significa que el 11% de los presos padece la enfermedad, en distintos grados. Equivale a 775 personas. De estas 775 personas, de las cuales 83 son mujeres. Las cifras oficiales revelan que la mayoría de los portadores del virus del SIDA todavía no desarrollaron la enfermedad. El resto es sometido a distintos tratamientos dentro de los centros asistenciales que hay en las cárceles, en los hospitales públicos o - si su estado es terminal - en sus casas.

El último balance de gestión de la Procuración Penitenciaria - oficina que se encarga de defender los reclamos de los presos - detalla una encuesta anónima entre los presos. Si bien no todos los presos participaron, la mitad de los que sí lo hicieron creían correr el riesgo de contagiarse; otros tantos reclamaron más información sobre el tema.

En los últimos cinco años la cantidad de presos portadores del VIH se duplicó. Los peores penales son las superpobladas unidades de Caseros y Devoto que, se supone, serán desmanteladas hacia fin de año. Tanto el Servicio Penitenciario Federal, como la Secretaría de Política Criminal, la de Regulación Sanitaria - del Ministerio de Salud - y la Procuración Penitenciaria intentan poner en marcha un programa elaborado por la OMS. Lo bautizaron "Cárceles saludables" y pretenden bajar todos estos índices.

El borrador del plan sostiene que uno de cada cuatro presos de las cárceles nacionales tiene algún problema de salud. Por esto mismo, se hace hincapié en la prevención y en la capacitación de guardias y médicos. Afirman que debe crearse un entorno saludable que respete la dignidad y los derechos humanos de todos los miembros de la comunidad penitenciaria. 

En el Ministerio de Justicia se sostiene que el Servicio Penitenciario Federal no brinda atención suficiente a los enfermos de SIDA. Los medicamentos no son suficientes y las ambulancias suelen llegar tarde.

El SPF manejó en 1999 un presupuesto de unos 137 millones de pesos. El 90% de esa cantidad se fue en gastos de personal. 

* La posición de la Iglesia frente al SIDA y la discriminación

"La Iglesia debería abrir sus puertas a todos, en forma incondicional, tal como Cristo abrió la puerta a todos, sin tener en cuenta quienes eran o lo que habían hecho. La salvación es dada a todos por gracia, a través de la fe, y no por causa de hechos o comportamientos. Al aceptar a todos, Cristo dio acceso a su perdón y a la nueva vida. Hoy, en su Iglesia, recibimos esta vida nueva por medio de la Palabra y los sacramentos. Al excluir a alguno de esta fuente de vida, la Iglesia se hace culpable de la más grave forma de discriminación que existe. 

La difusión del SIDA depende de realidades culturales, sociales y económicas. La Iglesia debería cuestionar seriamente su propio papel en el desarrollo que facilito la difusión de la enfermedad, y desafiar a sus propios miembros y a la sociedad para tomar medidas que eliminen actitudes de discriminación y acciones prevalentes en la sociedad.

1 comentario:

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