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miércoles, 29 de enero de 2014

VIH/Sida y Deporte





VIH/SIDA y Deporte

Durante un lapso de dos semanas, a comienzos de 1996, el jugador profesional de básquetbol Magic Johnson volvió a jugar en Los Ángeles Lakers después de una ausencia de más de cuatro años, debido a un test positivo de VIH. Asimismo, el boxeador profesional Tommy Morrison fue diagnosticado VIH positivo antes de competir en un match programado en Las Vegas. Estos hechos ilustran dos aspectos contrastantes del impacto de le epidemia de VIH/SIDA en el mundo del deporte.

El regreso durante tres meses al circuito profesional de Johnson demostró que los individuos VIH positivos pueden tener vidas sanas y activas. Johnson enfatizó que su posterior retiro a mediados de mayo de 1996 no se relacionó con su salud, sino que quería tener la oportunidad en sus propios términos, algo que no pudo hacer en 1992. 

En comparación, el test VIH positivo de Morrison reactivó los temores de que un individuo podía infectarse durante una competencia deportiva. Morrison anunció, en primer lugar, que no volvería a boxear, pero el 3 de noviembre de 1996, en Tokio, derrotó a Marcus Rhode en una pelea en la categoría pero pesado. Rohde aseguró, después de la pelea, que nunca había estado preocupado por contraer el VIH en el cuadrilátero. 

Mientras estos hechos han llamado la atención acerca de la creciente necesidad de educar a atletas, tanto profesionales como amateurs sobre los riesgos de transmisión del VIH, también aumentó el temor acerca de la transmisión en el campo de juego. Las posibilidades de contraer la infección por VIH en el campo de juego son remotas, salgo en el ring de boxeo, donde los boxeadores suelen tener heridas cortantes y hemorragias en forma conjunta. En un estudio publicado en 1995, investigadores de los Centers for Disease Control and Prevention afirmaron que las posibilidades de contraer el VIH durante una competencia deportiva - salvo el box - superan una en un millón.

No hay evidencias de que exista el riesgo de transmisión del VIH cuando personas infectadas que practican un deporte no muestran heridas sangrantes u otras lesiones de la piel. No existen casos documentados de infección por VIH adquirida a través de la participación en deportes. 

Los individuos infectados por VIH pueden participar en deportes. De hecho, el ejercicio suele ser recomendado. Cada caso de infección por VIH de un atleta debería ser juzgado individualmente, de acuerdo al estado físico y mental de cada deportista y a la naturaleza del deporte que él o ella practiquen. 

· Politicas Hacia Vih/Sida De Asociaciones Deportivas ð Basándose en la evidencia de que el VIH no suele transmitirse durante las prácticas o competencias, los expertos coinciden en afirmar que los deportistas infectados por VIH no deberían ser rutinariamente excluidos de las prácticas y de las competencias. Las organizaciones deportivas, como otras que patrocinan programas deportivos, deberían desarrollar políticas para sus equipos, colegios u organizaciones. 

La National Collegiate Athletic Association (NCAA), la National Federation of State High Schools Associations, la American Academy of Pediatrics y la Organización Mundial de la Salud han publicado trabajos científicos de peso con referencia a este tema. Establecer políticas con respecto al status del VIH, participación, testeo y le manejo de la sangre permite tomar decisiones objetivas a quienes deben confrontarse con estos hechos. Todos los miembros de un equipo, como también sus entrenadores, deben estar informados acerca de las políticas a seguir, de tal manera que pueden conocer las normativas.

Este riesgo teórico de transmisión del VIH a través de la actividad deportiva debe ser tenido en cuenta. Cualquiera que entre en contacto con sangre a partir de una herida producida durante una competencia o actividad deportiva debe seguir lineamientos universales. 

El tema del test obligatorio del VIH para atletas ha desatado discusiones con respecto al deporte y al VIH. Varias asociaciones profesionales deportivas sugieren, pero no exigen, el test. La excepción se da en el boxeo. Con anterioridad al anuncio de Morrison los tests de VIH eran obligatorios para los boxeadores que competían en Nevada, Oregón, Washington y Arizona, y en Gran Bretaña. Como consecuencia directa del anuncio de Morrison, la Comisión de Boxeo de Nueva York anunció el 14 de febrero de 1996 que todos los boxeadores debían hacerse un test anual de anticuerpo del VIH antes de permitírseles competir en Nueva York.

El 7 de mazo del mismo año, la New Kersey Athletic Control Board impuso el test obligatorio para boxeadores de ese Estado.

El 30 de abril, el parlamento de Pennsylvania aprobó una ley imponiendo la obligatoriedad del test del VIH para cualquiera que compitiera en matches de box en ese Estado.

Morrison evitó estos controles en Tokio al regresar al cuadrilátero, en una competencia aprobada por la Comisión Japonesa de Boxeo, que carece de reglas con respecto a los boxeadores VIH positivos. Sin embargo, la Federación de Box votó en 1993 una norma para que los boxeadores presenten evidencias de que no están infectados por VIH antes de competir por el título. 

A partir de la revelación del campeón olímpico de saltos ornamentales Greg Louganis de que era VIH positivo, mientras competía en las Olimpíadas de 1988, directivos olímpicos internacionales manifestaron que no pensaban cambiar las normativas existentes. Si bien han adoptado lineamientos estrictos en materia de heridas sangrantes, no exigen el test del VIH para los atletas. 

Para la Organización Mundial de la Salud, un test de rutina para todos los atletas es innecesario, poco práctico e inmanejable, como también costoso. Pero casi dos tercios de los atletas universitarios que participan en deportes que implican entrar en contacto apoyarían una reglamentación que restringiera intervenir en competencias a deportistas infectos por VIH. 

Las actitudes discriminatorias surgieron en la National Basketball Association (NBA) en 1992, cuando Magic Johnson intentó por primera vez regresar al circuito profesional con los Lakers. A pesar de su buena salud, decidió retirarse antes que enfrentar la discriminación. Sin embargo, la NBA llevó a cabo en los años venideros un exhaustivo programa de educación, y fueron pocos los jugadores que pusieron objeciones cuando Johnson regresó a al actividad deportiva el 30 de enero de 1996. 

El riesgo primario para los atletas de contraer la infección por VIH son los mismos que enfrentan aquellos que no son atletas, es decir, tener sexo sin protección y compartir agujas. Algunos estudios han demostrado que los atletas más proclives a un estilo de vida con conductas más riesgosas que los no atletas. Las hazañas físicas de numerosos atletas los lleva a creer que son invencibles y, por lo tanto, no toman las precauciones necesarias para minimizar los riesgos.